SHANZHAI: POR AMOR AL FAKE
Cuando las copias llegan a tener más valor y se conviertan en más originales que el propio original.
Shanzhai: por amor al fake
Desdee la Antigüedad la creencia en la inmutabilidad y permanencia de la sustancia responde a la normativa occidental, por lo que desde este punto de vista toda copia tiene algo de demoníaco que destruye la identidad y pureza originarias. Con los chinos pasa justo al contrario. Con raíces en el pensamiento budista, su idea de original no apunta a una identidad definitiva sino a un proceso infinito de transformación continua. Cuando en 2007 se supo que los guerreros de terracota expuestos en el Museo de Etnología de Hamburgo eran una copia, el director inmediatamente clausuró la exposición. Los chinos que habían enviado las figuras se tomaron esta reacción como una ofensa, ya que para ellos una reproducción exacta tiene el mismo valor que el original.
Los guerreros de terracota están hechos con módulos: el propósito nunca fue el de producir un objeto original sino una producción en masa que permitiese variaciones. Siguiendo esta línea, desde el comienzo de la excavación arqueológica se abrió un taller para la fabricación de las réplicas. Habría que decir que los chinos estaban intentando retomar la producción; en ningún caso confeccionaban ‘falsificaciones’. El Santuario de Ise, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, tiene 1.300 años de antigüedad pero en realidad se reconstruye por completo cada 20 años. Razón más que suficiente para que lo acabaran eliminando de la lista. En una cultura en la que la reproducción constante se presenta como una técnica de conservación y de mantenimiento, las imitaciones nunca pueden considerarse meras copias.