No somos todos igualmente responsables por la catástrofe climática. Sin una transformación planificada de la economía, nuestros comportamientos individuales, aun tomados en conjunto, son impotentes frente al objetivo de la descarbonización. Entonces, tenemos dos opciones: o bien nos embarcarnos en una política climática misántropa, que condena a la humanidad en general y oculta las verdaderas causas de la crisis, o bien adoptamos una perspectiva de justicia climática humanista y socialista, que cuenta con el potencial humano y las posibilidades de construir un mundo mejor.